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La cueva de Ali Baba

El mismo día que llegué a Jin Ze, me hablaron del vecino holandés. Los artistas que me habían precedido a la residencia tuvieron la oportunidad de visitarlo.

Solo mirando las fotos, quería ir de inmediato. Tenía ganas de ver en persona todas las antigüedades de este vecino.

Una semana más tarde finalmente nos invitó a visitarlo y esto superó mis expectativas. Aventurarme en estos cobertizos desmoronados me hizo perder mis puntos de referencia temporales y espaciales.

Sus almacenes estaban llenos de antigüedades del siglo 19 que provenían principalmente de castillos e iglesias francesas. ¡El mundo es un pañuelo! ¿Cómo podría haber imaginado descubrir en un pueblo remoto de China muebles, pinturas y esculturas de mi país?

Después de pasar por dos grandes almacenes de antigüedades europeas, nuestro vecino nos invitó a tomar café y mooncakes en otro edificio decorado y amueblado con antigüedades chinas. No podía creer lo que veía. 

Aquí destacaban muebles hechos de sándalo, esculturas y jarrones de marfil, muebles creados especialmente para los emperadores chinos. Estaba alucinando. También nos mostró cerámicas antiguas de más de 2000 años que provienen de tumbas. Estas cerámicas son las piezas más antiguas que posee. Los antiguos chinos, como los faraones en Egipto, enterraron a sus seres queridos con muchos objetos en caso de que los necesitaran en su próxima vida.

En esta primera visita, no pude tomar fotos. Estaba abrumada por todo lo que me rodeaba. Pedí volver sóla al día siguiente para tomar fotos a mi propio ritmo.

Al día siguiente estaba de vuelta en la cueva de Ali Baba. A pesar de la gran cantidad de fotos que tomé, ninguna de ellas me hizo vibrar. ¿Era este sentimiento de caos y de tantas historias en el mismo espacio? No lo sé, pero la inspiración no vino. No pude encontrar mi propia narrativa entre todos estos objetos.

Regresé al sitio unos diez días después. Benjamin Buhl, uno de mis compañeros en la residencia, estaba trabajando en una gran instalación artística en uno de sus almacenes y lo visitaba regularmente para ver el progreso de su trabajo. 

Un día, durante una de estas visitas, la inspiración llamó a la puerta de forma inesperada.

Después de tomar fotos de la instalación de Benjamin, fui a uno de los almacenes donde nuestro vecino había instalado un mini estudio fotográfico. Empecé a jugar e inventar asociaciones improbables de objetos que encontré a mi alrededor. Me sentí como una niña descubriendo tesoros. Aquí una escultura de Don Quijote, allí un viejo acordeón, un cuerno de caza, jarrones chinos. ¡Fue increíblemente inspirador!

Una tras otra, creé esculturas como si estuviera escribiendo pequeñas historias. Recopilé recuerdos de diferentes orígenes y estilos. Estaba provocando encuentros que nunca podrían ocurrir en la vida real. Le di una segunda vida a objetos que fueron utilizados algun día como signos externos de riqueza y que habían sufrido un largo descenso al olvido.

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